Prólogo del libro “Destino Dignidad”

Charo Alonso escribe sobre Jimmy y su próximo libro de poemas:

Biografía apresurada…

A Juan Carlos López Encinas le nacieron en Toledo, extremeño de Riolobos, a medio camino de Plasencia y Coria. Muy temprano vino a estudiar a la ciudad de Salamanca que le vio, con apenas 17 años fundar su primer grupo de rock Baden Bah, del que fue guitarra y voz desde 1978 hasta 1990. Curtidos en carretera y actuaciones, volvieron a la carga en el 2009 con su “rock castellano turbio, poético, urbano y elegante” sumando más discos y realizando una grabación con la Joven Orquesta Sinfónica de Salamanca. Entretanto, Jimmy López acabó la carrera de Filosofía Pura, se especializó en la obra de Thomas Samuel Khun y su filosofía de la ciencia y se convirtió en el docente vocacional que sigue siendo en esa Salamanca que le vio cristalizar el proyecto poético de poner música a los versos de los autores salmantinos como Aníbal Núñez llamado Stoa y forjar su formación más personal: El hombre tranquilo donde sigue componiendo canciones de letras comprometidas, sociales, deudoras del soul que son auténticos poemas. Poemas que se reúnen por primera vez en un libro con el que reivindicar una poesía comprometida, cercana y contundente que se acompaña de un regalo inesperado: las ilustraciones inspiradas por sus versos deseosos de utopía de la fotógrafa y diseñadora gráfica Carmen Borrego.

Sinopsis del libro de poemas

Concebía Heidegger la poesía como pensamiento meditativo, esa poesía cuyas orillas, según María Zambrano, están tan próximas a la filosofía como próxima está la labor del letrista a la del poeta. Porque poeta es el profesor de filosofía que, desnudando de música sus canciones, se queda con la esencia de la letra, poemas que hablan de la dignidad sin estridencias. Poesía que es ritmo, cadencia, cercana caricia sin artificios que muestra, desnuda y directa, una realidad injusta en la que, menos mal que nos quedan los sueños, la música y los poetas retratan la esperanza, nuestro único destino.

Prólogo del libro

Tu pones la letra y yo… el prólogo

Por los pasillos del instituto, calada la gorra del escenario, pasea el cantor su ritmo sosegado, renglones filosóficos de la docencia, versos iluminados de música. Esa música que ahora, para Juan Carlos López Encinas, es un soporte de la letra, porque la letra, bebiendo de la fuente de Dylan, es definitivamente poema cuando afirma el profesor de filosofía, cantante y poeta: “La poesía nació con la música y ahora la música le devuelve el poema, es un viaje de ida y vuelta”.

El viaje vital del cantor comenzó en un pueblecito de Cáceres, Riolobos, donde cruzar los caminos con la Salamanca letrada que pronto asistió a los estudios de un músico autodidacta inquieto y precoz que fundaría su primer grupo a los diecisiete años. Eran tiempos raudos de modernidad, actuaciones y conciertos a los que se impuso la vida y los miembros de Baden Bah! acabaron sus carreras, iniciaron sus trayectorias vitales y, una vez asentados, volvieron a la música en el 2009 con ímpetu renovado recordando la esencia de un “rock castellano turbio, poético, urbano y elegante”. La madurez es un grado, y en el caso del profesor de filosofía en torno al cual se hace un reflexivo silencio a su paso cadencioso, el deseo iba más allá de su grupo de toda la vida, de ahí que surgiera, entre acordes de pantano, ensayos improvisados y sobre todo, versos comprometidos, El hombre tranquilo, una formación musical en la que Jimmy López despliega su talento de letrista, su talante de testigo implicado en una sociedad a la que contempla no desde la distancia, sino desde el compromiso de quien clama en el desierto y al que no se puede acallar.

Tiene Jimmy el sosiego del silencio, la calma del que sabe. Es el cantor que se alza con más canto y más vida, de ahí que el poderoso drama de la vida se asome en sus letras imponiéndose a la música, dejando el poso y el eco que resuena en el concierto más allá de la melodía. El letrista dotado acaba devenido en poeta a la manera de Violeta Parra, de Jacques Brel, de Georgues Brasens, de su admirado Bob Dylan con todo y Nobel y sobre todo, de un Leonard Cohen que fue poeta antes que cantor. El viaje de ida y vuelta de la poesía hacia la música y viceversa es para Jimmy López una hermosa senda que recorre con el esmero del reglón, del pentagrama poético. Nota y son, ritmo y cadencia. El músico poeta, el poeta, cantor.

Letra que, sin la música, adquiere un nuevo valor porque en la canción, en palabras de Jimmy López, se ve enturbiada por la melodía. Ahora el cantor las quiere desnudas, letras que adquieren todo el sentido no solo al ser escuchadas al abrigo de la música, sino al ser dichas y leídas. Porque para Jimmy López, en este momento vital en el que con una vida nunca será suficiente, las letras al decirse, al leerse, deben tener esa fuerza directa para la que no hay excusas: nos convencen o no, no hay distracción posible. Por primera vez, el letrista prestigia la letra, la vuelve verso desnudo de música, la despoja de pentagrama y notas para dejarla, liberada de todo, vacía de tanto, iluminando la página.

Y en el decurso de su discurso poético, ahora desnudo, la filosofía… es este hombre tranquilo un Doctor no solo por la Universidad de Salamanca, quien asistió a su tesis sobre el físico e historiador T. S. Khun y su filosofía de la ciencia, sino por la vida. La misma vida que marca el trabajo de Santiago Auserón, convencido, como María Zambrano, de que las orillas de la poesía y de la filosofía están muy próximas. Tanto que Hegel le dedica un poema a Hönderlin, su amigo, y como entre germánicos anda el juego de la crítica de la razón impura, Heidegger afirma que la poesía es el pensamiento meditativo. Meditar, escribir, cantar y tocar para llegar de una forma más sencilla y más profunda a un espectador que es lector, a un lector que se deja llevar por los versos cercanos, coloquiales, necesarios, aparentemente sencillos, del poeta que canta, del cantor que desgrana la poesía del instante en el que se mezclan el paro, el banco, el techo y el cielo como un deseo de utopía frente a la crisis y a la pobreza. Meditar, escribir, cantar y tocar el corazón del lector acunado por el ritmo.

Lee poesía este profesor de filosofía. Lee a Lorca, quien trenzaba al piano la tradición de las canciones populares y la lírica tradicional. Lee a Machado y a Miguel Hernández, nuevas canciones que se vuelven viento del pueblo en los renglones cercanos de Alberti, Celaya, Salinas… porque a Jimmy López le gusta la poesía directa, comprensible, sin artificios, esa que habla de tú a tú al lector y que cumple con la máxima unamuniana, poeta filósofo, filósofo poeta, de sentir el pensamiento y pensar el sentimiento. De ahí que los suyos sean de amor cercano Hey chica, quiero ser tu hombre, amor sabido, es a tu lado donde encuentro mi presente y sobre todo, de un compromiso social que duele porque ahora, ahora nos tocará perder, esa pérdida que se conjura con el deseo de una bella tierra de hombre libres a los que no guía la patria, sino el amor que conjura la violencia.

Tiene el canto del poeta comprometido un triste hálito de derrota. Testigo incómodo, no se distancia y toma partido hasta mancharse, a la manera de Celaya. Música del sur estadounidense de los pantanos, las miasmas de los desheredados de la tierra con quien echa su suerte Jimmy López retratándolos en sus versos sobre Nelson, el muchacho inmigrante que se asomó a su vida para quedarse en la nuestra para siempre. La necesidad de la dignidad es un grito en el poeta calmado, en el cantor sin estridencias, por eso con sus versos nos remienda el corazón con un hilo de sedal mientras le pide a la felicidad diaria, cotidiana, que se quede aquí para siempre, que no se vaya de su lado. Una felicidad a la que todos tenemos derecho, como lo tenemos al trabajo, al hogar, al calor, a la dignidad, que es la clave de sol de la partitura poética de Jimmy López. La dignidad humana a la que todos tenemos derecho desde la ética cotidiana.

Ética para perdedores, ética y poética para quienes no son testigos indiferentes de la infamia, de una sociedad cruel que necesita de relatores comprometidos, de trazos poéticos que tengan la esperanza de cambiar el mundo. Poesía concebida no como un lujo cultural. Poesía comprometida. Y a su lado, inspiradas tras su lectura, las ilustraciones de la fotógrafa y diseñadora gráfica Carmen Borrego, atenta lectora de una poesía despojada de música que sugiere luces y sombras, paisajes humanos en los que leer el compromiso del poeta.

Licenciada en Bellas Artes, atenta diseñadora gráfica, fotógrafa que sabe retratar el aura de quienes reciben la caricia de su mirada, Carmen Borrego regresó al grabado y a la pintura de la mano del artista Pepe Fuentes a través de unas clases, y esa vuelta a sus orígenes, coincidió con dos regalos inesperados: el original de los poemas de Jimmy López y una cajita mágica de grafito acuarelable. El feliz resultado fueron las imágenes que los versos le sugerían y que plasmó libremente en recortes de papel guardados en los recodos del corazón. Un trabajo ofrecido al poeta con la misma generosidad con la que la artista salmantina trabaja para el periódico digital Salamanca rtv al día retratando a las personalidades de la cultura salmantina con una mirada directa, cercana y cálida con la que no solamente fotografía, sino que pinta. Pintura entregada a los poemas que, desnudos de música, se llenan de imágenes, claroscuro del corazón, sombra evocadora de las palabras del poeta. Versos que en este cancionero tienen un eco de rima cercana, de espacio donde las historias se narran en versos que pelean a la búsqueda de un tiempo mejor. Un tiempo en el que nos guíe el amor y la dignidad alcance a aquellos que se vieron despojados de lo esencial por la crisis. Sombras para apuntes del natural que Carmen Borrego lee en las líneas comprometidas de Jimmy López.

Y son las páginas de este libro, contundentes, sutiles, plenas de significado con la sencillez de un aforismo machadiano, el regalo de la canción que, por una vez, se despoja de la música para mostrar, testigo comprometido, la foto fija de un mundo desolado. Poeta y artista hacen un ejercicio de precisa afinación y se desprenden de música, de imagen, de sonido, de color. Ambos dejan el eco de lo esencial en estas páginas que son meditación sosegada frente a la realidad dolorida. Pero siempre dejando un resquicio a la esperanza porque al pesimismo de la razón, hay que oponer el optimismo del corazón para seguir cantando. Para seguir buscando la utopía, deseando la dignidad. Para seguir caminando no solo por los pasillos vacíos, sino por esa vida que queremos cambiar a cada verso, a cada pincelada, a cada libro. Es el paso que no cesa, el trayecto acompañado, así pues, venga el lector pues a seguir la huella del que sabe.

Charo Alonso.

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