Esta versión tiene el acompañamiento del vídeo realizado por mi hija Irene.
Porque, a Irene, el mar también le da que pensar
Para cada uno, el año empieza y acaba en una fecha distinta.
Algunos septiembre, otros enero, otros un martes 13, los mayas tuvieron ella cabeza más dura que un apóstol, pero esto va de cada uno. Ha sido un año tela complicado, ya voy tarde para cerrarlo, ¡imaginaos el ritmo! Ha sido un «Karen, date cuenta» en tantos aspectos. Sigo sonriendo a los bebés, pensando en baladas cuando veo los abrazos de aeropuerto, masticando kilo con la boca abierta, siendo cabezota, estornudando dos veces seguidas, cantando por dentro de la mascarilla, echándome demasiado champú, haciendo podcast por audios, entendiendo que no me entiendas, avanzando con el x10 en las series, dejando la puerta de la nevera abierta. Hay pequeñas constantes a las que me agarro como pájaro a cable.
Si hablamos de cambios, de eso tengo cromo «repe», un año de soltería, supongo que aprovechada (dependiendo de los divertimentos lícitos y no tanto de cada uno). Tengo la mente con agujetas, algunas agradables por el ejercicio hecho, de esas de las que presumes, de las que pides en alto el Aquarius con azúcar y subes una historia «DEP». Otras… no tan vistosas. Marcas supongo las que nunca reconozco porque no quiero esa vulnerabilidad cerca. Algunas con nombre, otras con experiencia. Algunas en forma de resaca, no solo de bar, también de mar. De esas resacas que hacen que pienses que no puedes llegar a la orilla, que la arena te entierra los pies, y lo peor es que viene otra ola por detrás y estás jusssssto donde rompe. ¡Madre mía la que viene!… ¡¿Y mi bikini?!, ¡¿ dónde está?! De esas.
Este año entendí lo que es sumarse, y que la inmediatez no funciona siempre. Que ser eficaz a veces es tardar. Pero bueno, ahora que ya estoy en mi barca de troncos con un coco llamado Wilson viendo de lejos esa orilla y olas asesinas simplemente me diría… ¡qué bien que te diste cuenta, Karen!
PD: mañana son rebajas, nunca te pongas a ti en esa sección.